A punto de estallar la pandemia por el covid, Virtudes quiere escaparse de la residencia a la que la han llevado sus hijos y volver a su casa. Sugey, una inmigrante colombiana, tiene que pasar la enfermedad encerrada en una habitación con su hija, a la que abandonó para irse a trabajar a España. Y Daniela intenta sobrevivir a su madre, a sus hijas, a su trabajo.
En las vidas de estas tres mujeres caben muchas otras vidas, la de cualquiera que cargue con el trauma por ser abandonado o con la culpa por abandonar. Los dilemas que las atraviesan son las jaulas por las que todos pasamos, elegir entre ser buena madre o buena hija, entre vivir la vida que queremos o la que los demás esperan, entre ser abandonado o abandonar. Sus historias nos descubren lo poco que ha cambiado España para muchas mujeres. Quienes hace medio siglo eran criadas sobreviven ahora gracias a las inmigrantes sometidas a las mismas condiciones de abusos y miserias que ellas soportaron cuando eran jóvenes.
Los conflictos, las decisiones, los claro oscuros de las tres protagonistas resultan muy familiares y se pegan al lector desde la primera línea a la última. El abandono tiene muchas formas.